Varios conceptos y elementos se entrelazan para comprender la dinámica de esas unidades fundamentales; sistemas de
innovación, cuádruple hélice, redes de aprendizaje, sociedades del conocimiento (Andersson et al., 2004), que, como se
formulaba anteriormente, para efectos del estudio realizado, se esboza desde la cadena de producción alimentada por una
red de pymes de empresas productoras de bocadillo. Que, de acuerdo con la Norma Técnica Colombiana 5856 (NTC 5856)
se define como “[…] una pasta o conserva resultante de la mezcla y cocción exclusivamente de la pulpa de guayaba
(Psidium guajava) seleccionada, con azúcar u otros edulcorantes y aditivos permitidos en la legislación nacional vigente”.
De manera simétrica, guarda relación con lo sustentado por Cáceres et al. (2012), ya que su fabricación involucra la
presencia del sector agrícola y de cómo este sirve de soporte a la agroindustria e industria alimentaria; dentro de una agenda
de competitividad regional.
Precisamente, el criterio de competitividad hace presencia dentro de los elementos regionales de desarrollo; ese concepto
tiende a reunir una serie de habilidades de individuos, empresas, economías y regiones, con la finalidad de obtener beneficio
de ello. Consigue un posicionamiento en el plano nacional e internacional (Manole et al., 2014), resultando importante hacer
un análisis juicioso de los factores que participan en el proceso de incrementar la competitividad al interior de una zona
geográfica. Sobre lo previo, y de acuerdo con Makedos (2014), deben revisarse las condiciones y el ambiente de negocios;
la creación de estrategias que mejoren el entorno externo de negocios de una determinada área geográfica; desarrollo de
innovación; elementos desde la administración para resolución de conflictos entre empresas y aseguramiento de estas.
Además, en el caso de las pymes, la competitividad estaría determinada por la colaboración, la internacionalización, el
capital humano, la oferta de productos y servicios, producción, marketing, presencia en línea, toma de decisiones y
estrategia (Markus & Rideg, 2021).
Dentro de un territorio, y haciendo parte de una red empresarial, las organizaciones crean una estructura más sólida y
competitiva (Grueso et al., 2011); la proximidad espacial entre las empresas incentiva la creación de relaciones que deriva
en estrategias colectivas, más aún con la existencia de una marcada interdependencia, lo que refuerza la importancia del
espacio y el lugar en aras de entender el comportamiento y desempeño de la empresa, sumado del papel de la ubicación en
la gestión al ser parte de la estrategia, ya que los lugares deben ser elegidos ubicando así las actividades (Eiriz, 2020), con
una serie de impactos positivos que logren catalizar procesos de desarrollo local, los cuales busquen incrementar el
potencial endógeno del territorio (Michalus et al., 2009). Pero contemplando también escenarios donde existen
complicaciones por acceso a recursos financieros, penetración en mercados locales y/o externos, innovación y producción
de nuevos productos, falta de habilidades especializadas, limitaciones en el acceso a tecnología, insumos, información y
servicios problemas (Lozano, 2010; Marsanasco & García, 2013), sumado de choques exógenos como la aparición de la
COVID-19 que incrementó la incertidumbre y atizó los otros (Kaya, 2022).
La acción de socio empresarial es percibida como una herramienta de cooperación entre las pymes; acá es importante
aclarar que cada organización mantiene su independencia jurídica y autonomía gerencial, por lo que surge mediante un
cúmulo de decisiones voluntarias, en pro de un esfuerzo mancomunado con otros agentes organizacionales que persiguen
objetivos en común, de hecho, y de acuerdo con Ghauri et al. (2021) el éxito de este tipo de empresas es dependiente de sus
alianzas, donde sus propietarios obtienen valor al participar de redes formales y de las cuales adquieren recursos facilitando
su crecimiento empresarial, debido en gran parte a unas carencias que pueden ser proporcionadas por un socio externo.
Muchas veces también, son obtenidos por una serie de empresas que guardan similitud en su actividad económica,
aumentando el nivel de desempeño empresarial; manteniendo presente la sostenibilidad, crecimiento y competencia, que
permita enfrentar en mejores condiciones dentro de un entorno globalizado (Alpaslan & Ali, 2016) y que afecta
directamente la vida de las personas; cómo interactúan, cómo se relacionan económicamente, cómo demandan bienes y
servicios, qué tipo de relacionamiento establecen con innovaciones tecnológicas, productivas y de consumo; un paradigma
que se enfoca en la homogeneización económica, cultural y política (Cáceres et al., 2012).
Las cadenas de producción propenden por una eficiencia colectiva; se encuentran paralelamente ubicadas y deben armonizar
con las políticas macroeconómicas, identificando una serie de ventajas competitivas y elementos de estabilidad del entorno
(Bada et al., 2017); de manera directa o indirecta, se esgrime mediante una serie de trabajos colaborativos entre los
eslabones de producción, de cómo estos hacen parte de políticas sectoriales y se convierten en objetivo fundamental de
apoyo por parte de organismos gubernamentales (Simanca et al., 2016).
La capacidad de innovación en las empresas, la creación de nuevos productos, el desarrollo de nuevas tecnologías, el
descubrimiento de nuevas necesidades, los nuevos modelos de organización y gestión; son elementos propicios que dan
rigidez a la competencia (Mitxeo et al., 2004); de igual manera, promueven habilidades organizacionales que blindan de los
potenciales problemas de la alta competencia (limitación de recursos humanos y financieros, alta informalidad y reducidos
niveles de procesos asociativos), para dar vía y construir know-how tecnológico, visión estratégica y planificación de largo